En este viaje de moto encarado como si fuese un crucero a vela, estas experiencias se hacen presentes a cada momento. Tal vez por aquello de que el canto del viento, es el mismo. El dinero de la caja no alcanzaba para llegar ni a Porto Seguro, cuando, gracias a que la decisión de partir ya estaba tomada, apareció un mail con la novedad de que habían vendido unas velas en Dakar y me enviaban una punta por Western Union!
Pasé por el Pelourinho, bebi unos chopps com Michel, lê agradeci la cuerda de remolque que me dió el día que cortó mi crédito. Ese día comencé a caer en la real.
Apronté en la boca de la Rosinha... y dormí, borracho y loco como todos los días, esperando el primer ferry para cruzar a Itaparica y comenzar el viaje...
Era el ferry de las ocho y treinta. Y comenzaron a llegar algunas motos que iban para el encuentro de Sto Antonio de Jesús. Renato, con su Suzuki y su mujer, se acordaban de una fiesta que tuvimos en aquella casa de ensueño en Vilas del Atlántico y en la hora me invitó a comer unos mariscos en la isla. Y los vecinos y motociclistas Magno y Betty también se acordaban de como salvé el teléfono celular de ella, cuando la mergullaron, vestida, en la piscina...
Así que comenzó de cerveza, siguió de whisky, lambretas, langostinos y llegaron más camaradas estraderos y a esa altura mi único compromiso ya era llegar a Buenos Aires para el cumpleaños de mi vieja el 26 de setiembre!!
Caía la tarde cuando salimos para Sto Antonio. Kleber abría con su sietecincuenta efe. Detrás, Pablo con la Hayabusa. Yo cerraba. Kleber marcaba los buracos y dirigía los ultrapasages, a veces la lluvia me dolía en la cara.
Cuando la pista secaba, los cuatro cilindros roncaban... el paisaje nos envolvía con quebradas, riachos y curvas. Un rebaje, una toz violenta al limpiar el escape. La reprise.. y toda la potencia de los 157 caballos. Esa potencia áspera, como de cigarro o de cachaça o de carburador.
Tenía otros grupos en la ruta, pero los pasábamos sin darnos cuenta y ellos también, no nos seguían.
La cinta brillante, la hora mas sensible del día y ese ronco acompasado, especial, diferente. Cuatro en línea, descarga en dos y en uno, libre. La moto y la libertad.
Ahora llueve sin parar y na da para pensar en salir a la ruta a jugar al submarino. Estoy en una posada aconchegante. Kleber pagó mi diaria, sin consultarme ni conocerme! Otra fuerza para el viaje.
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