viernes, 27 de marzo de 2009

De nuevo a la mar...

Cincuenta y dos horas para volver a la mar y el río. El ying y el yang. Salado y dulce. Azul y marrón.
52 como el número de un bombardero. Como el año que se nos fue Evita para quedarse. Como un bondi que va para mi próximo cumple. Cincuenta y dos...

Después de años sin navegar, de meses en baradero. Con las baterías muertas un rato antes de zarpar, los pisos flotando una hora después. Con los bancos de Médanos bien lejos y el faro San Antonio ahí, al lado, como para bajar caminando.

Con el Antonino atrás y luego adelante. Pero siempre a la vista. Con vino y crudo y queso en la tabla y la sonrisa. Con Gustavo que es un verdadero Mestre, con Martín que lo quiero de tripulante siempre, con Danilo y el Cordobés.

Con varadura y remolque. Con dos metros veinte de calado.. dicen que le quieren cortar el quillote, y yo pregunto: a alguno se le ocurriría cortarse el miembro si lo tuviese muy largo?

Hace un par de años podía imaginar el cielo y el mar. Lo que no podía era reconstruir la armonía entre la felicidad y la adrenalina... Cincuenta y dos horas para recuperar mis palabras y mi música. Luego de haber recorrido Buenos Aires como si fuese una ciudad extraña, luego de haber palpado las rutas 14, 7 y 3 de cabo a rabo. Como quien explora el cuerpo del ser amado. Cada rincón, cada hueco, cada loma, cada bosque. Falta el aro de oro, el amor habla en mi lengua.

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Recital de Calcu