domingo, 27 de enero de 2008

Mad Max rumbo a la Cúpula del Trueno

Salvador de Bahia, Brasil.
Primeros días de agosto de 2007.

La luz do sol de ese dia que como hoje e o ultimo dia, e diferente...

Estábamos en Rio, y uno de mis tripulantes, tres días después de salir de puerto, me dijo: le tenía miedo a este barco, todo oxidado y grosero.. pero ahora que conozco a Anita C, me doy cuenta de que es la máquina de navegar, es el barco de Mad Max

Ese título le di a la foto, porque en la hora que la magia y los misterios de esta bahía queden atrás, mi máquina de viajar va a ser de dos ruedas y yo me voy a volver a sentir Mad Max

No alcanza y no me canso de agradecer a todos los que me ayudaron en esta empresa. Llevo un poco de cada uno!
Me van a disculpar la falta de la versión en portunhol... queda para la próxima.

Los colores, la luminosidad de las cosas es especial. Como si brotase de adentro, como inundadas de nostalgia, de saudade, de melancolía por la pérdida anunciada, el viaje irremediable

Caminaba por la Laguna de los Patos, un suburbio después del aeropuerto que tal vez un día vuelva a llamarse 2 de Julio. Y el cielo parecía el de Puerto Argentino en las Islas Malvinas, tan lejanas y tan mías. Y las nubes, me llevaban a Hout Bay, con el viento del Atlántico que quería invadir el Indico. Y la arena en las calles, parecía la de esos últimos paseos con la Teneré , allá en Yoff, en Dakar, donde una Anita encalló en la playa y otra Christina espera por su papá.

No se me aparecen olores ni sabores de mi adiós a San Isidro, tal vez por eso de que nunca me fuí. De que siempre estoy volviendo, como el Gordo.

En una de mis últimas despedidas, de esas que ni el hígado ni la nariz o los pulmones aguantan más, había un chico porteño, que era apenas un bebé cuando la mamá murió en combate, en Monte Chingolo.
Y fue de Brecht, de puño en alto, de revolución...
Cuando le hablé de aquella carta de Fucik, escrita al pie del patíbulo, el me miró como si fuese un fantasma, y me dijo: "por la alegría e vivido, por la alegría e ido al combate, no quiero que nunca la tristeza sea unida a mi nombre ".
Esa mamá que el apenas conoció, esa mamá que aquel día en vez de cambiar pañales servía un mortero, le había dejado aquellas líneas como despedida.
Por eso hoy, que me inunda la pérdida, me acuerdo de cuantas veces imaginé a ese checoslovaco cantando la Internacional Comunista más alto y más fuerte quel estampido de las balas,

No tengo miles de millas de mar por delante, apenas cinco mil kilómetros de ruta.
Los miedos que salieron de sus jaulas, ya no vuelven.
La depresión es una pesadilla que mal recuerdo, tan mal, que hasta me permito sentirme triste y azul.
Pero a cada rato me sorprendo, pensando en que tengo una misión por cumplir.
Que este aventurero, motoquero y navegante, tiene un sueño inconcluso.
Un sueño que tiene que ver con la vida, con la alegría y con el futuro.
Un sueño que comienza con mi ruta Ho Chi Min.
Y después de sobrevir, con una taza de arroz, ¿vendrá la hora del AK 47?

La moto ya está no grau.
Las alforjas en la garupa y un neumático de reserva atado encima de todo.
Voy a cruzar en ferry, y después haré unos doscientos kilómetros por las islas, hasta llegar a la BR 101.
Botas, guantes y campera de cuero. Casco y antiparras. No llevo herramientas, no las voy a necesitar.
La próxima crónica, ya va a ser desde la ruta.
Un abrazo para todos y gracias por el corazón.

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